Las Gallinas del Diablo
Ulea, un pueblo cargado de historia, también tiene grandes leyendas. ¿Quién no ha oído contar “Las gallinas del diablo”? Esta leyenda surgió en el Hornico de Fuster. El periódico La Verdad de Murcia del día 20 de Enero de 1974, en un artículo de su corresponsal, narra esta leyenda; tan singular, como sigue:
No había hombre más sagaz, astuto y trapisondista, para los tratos y cambalaches, que Nicolás “el recovero”. No lo había en toda la comarca. Dotado de una inigualable verborrea, nadie se le resistía en compras y ventas. En estos tejes y manejes, era el número uno. En fin, en todos estos menesteres, Nicolás era único e irrepetible.
El buen hombre portaba en su burro unas enormes aguaderas, donde metía de todo. Así recorría todas las casas del campo. Desde Fortuna a La Garapacha, desde San Joi a Campotéjar y desde Los Pelegrines a Ulea, no había un palmo de terreno sin hollar por “sanguino”, mote por el que cariñosamente llamaba a su jumento.
Cuentan que cierta vez, al regreso de uno de sus viajes y a lomos de su jumento, iba haciendo recuento de sus suculentos beneficios y pensando lo bien que le había ido el día, con sus innumerables trapicheos. Tal vez vendría el hombre regocijándose del engaño que había sufrido alguno de los campesinos, vendiéndole o cambiándole algún pavo aquejado de gargajillo, gallina con piojera o pollo con moquillo. Probablemente andaría a vueltas con su conciencia.
El caso es que al llegar al Hornico de Fuster, situado en la carretera que une Ulea con la carretera general, sus ojos quedaron atónitos ante la vista de una docena de gallinas que se ofrecían tentadoras a sus largas manos, para echar en sus aguaderas. Aquello era un sueño, un Milagro, y ¡Tan quietecitas¡ tan mansas. Nicolás vio el cielo abierto y, como la ocasión la pintan calva, se puso mano a la obra, agarrando con todas sus fuerzas a la más hermosa; un preciado ejemplar.
Pero aquí viene lo gordo: la gallina, nada más presa de las manos de Nicolás, empezó a aumentar de tamaño y peso, hasta que se hizo más grande que su propio jumento .Aquello era imposible sostenerlo en las manos.
Nicolás cayó en la cuenta y horrorizado la soltó, diciendo: ¡Esto es cosa del diablo¡ y con el mayor susto de su vida , salió corriendo; despavorido.
Cuentan que pasó por Ulea, cruzó el río a nado, hasta Villanueva, después a Ojós, y finalmente a Ricote cruzando los viñedos del Cajitan.
Desde entonces, en el lugar donde se encuentra el hornico de Fuster, las gentes de Ulea recuerdan al visitante de turno,” La leyenda de las gallinas del diablo”.
Joaquín Carrillo Espinosa
Cronista Oficial de Ulea